viernes, 1 de febrero de 2019

VIACRUCIS POR LAS ANIMAS DEL PURGATORIO




 

VIACRUCIS DE LOS DIFUNTOS

 

Por la señal, de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

(Ofrecimiento*)

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de haberte ofendido, porque eres infinitamente bueno.

Dame tu santa Gracia para no ofenderte más. Amén.

 

Dulcísimo Jesús mío, que para redimir al mundo quisisteis nacer, ser circuncidado, desechado de los judíos, entregado con el beso de Judas, atado con cordeles, llevado al suplicio, como inocente cordero; presentado ante Anás, Caifás, Pilato y Herodes; escupido y acusado con falsos testigos; abofeteado, cargado de oprobios, desgarrado con azotes, coronado de espinas, golpeado con la caña, cubierto el rostro con una púrpura por burla; desnudado afrentosamente, clavado en la cruz y levantado en ella, puesto entre ladrones, como uno de ellos, dándote a beber hiel y vinagres y herido el costado con la lanza.

 

Libra, Señor, -por tantos y tan crueles e intensos dolores como has padecido por nosotros-, a las almas del Purgatorio de las penas en que están.

 

Llévalas a descansar a tu santísima Gloria, y sálvanos, por los méritos de tu sagrada Pasión y por tu muerte de cruz, de las penas del infierno para que seamos dignos de entrar en la posesión de aquel Reino, adonde llevaste al buen ladrón, que fue crucificado contigo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Padre Todopoderoso y Eterno: te ofrezco por las manos purísimas de Nuestra Señora, todas las Santas Misas celebradas hoy para tu mayor gloria y por la redención de las Benditas Almas retenidas en el Purgatorio.

 

Humildemente te suplico que tengas piedad de Ellas y les perdones sus pecados mediante los méritos de Tu amadísimo Hijo.

 

Para compensar la alabanza, el agradecimiento, el amor, el honor y los méritos que estas almas omitieron manifestar y acumular en su vida terrenal, te ofrezco toda la alabanza, el amor, el honor, el agradecimiento y los sufrimientos con los que te honraba Tu Hijo mientras estaba en la tierra.

 

Como recompensa por todas las faltas y omisiones que estas almas demostraron en este mundo, te ofrezco el celo fervoroso que profesó Tu Hijo Amado en sus obras, y en las obras que Él mismo renueva y alza hacia Ti en todas las Santas Misas.

 

Por la purificación de las manchas de los pecados que todavía persisten en las Benditas Almas del Purgatorio, te ofrezco la Sangre Divina que derramó Tu Hijo y que derrama cada día sobre nuestros altares.

 

Como redención por todas las penas y castigos que sufren las Almas purgantes, te ofrezco la Dolorosa Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, que se renueva en el Santo Sacrificio de la Misa.

 

Finalmente, para poder apaciguar Tu rigurosa  Justicia, te ofrezco todas las virtudes y méritos ejercidos y adquiridos por las Almas de Purgatorio durante su vida en la tierra, juntamente con las virtudes y méritos de la Virgen Santísima Nuestra Señora, de todos los santos, Bienaventurados y Almas Víctimas que suplen los méritos y obtienen la liberación de aquellas Almas Benditas retenidas en la cárcel de amor que es el Purgatorio.

 

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Algunas almas son "condenadas a muerte" en vida, ya que deben padecer la muerte lenta de una enfermedad.

¡Ojalá que pudieran estas almas comprender el valor inmenso que tiene el sufrimiento ante los ojos de Dios! El sufrimiento nos asemeja a Cristo Redentor.

Se puede redimir con el sufrimiento los propios pecados y los del mundo entero. Dicho de otra manera: se puede pagar el Purgatorio con ese sufrimiento.

Se puede pagar el Purgatorio en vida... Y como es tal el valor del sufrimiento, también se puede redimir a las Almas del Purgatorio. Cristo sufrió por nosotros. Nosotros podemos sufrir por los demás.

 

¡Bendito el misterio inmenso del sufrimiento humano!

Señor, pequé, ten misericordia de mí. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

 

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Las Almas del Purgatorio cargan con la cruz de sus propios pecados. Comprenden que deben limpiar sus faltas hasta alcanzar la purificación completa.

 

En el Cielo no existe ni un ápice de pecado. Nadie puede entrar con "las manos sucias". Algunas purificaciones se vuelven muy largas, al igual que hay enfermedades que requieren mucho tiempo de curación.

 

Sin embargo, estas almas viven de la "Esperanza"... Esperan...sabiendo que tienen por premio los Bienes Eternos. Esperan...que sus hermanos, los hombres que están envueltos en los quehaceres del mundo, las recuerden y les ayuden con sus oraciones y sacrificios a "pagar " pronto la deuda.

 

V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

 

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Primera "caída" necesaria: Caer de rodillas, en actitud de pedir perdón. ¡Señor, perdón, he pecado contra el Cielo y contra Ti!... (LC 15,21).

 

Igual que el hijo prodigo. Regresar al Padre y con Humildad, pedir perdón a Dios.

 

Primer paso necesario para lograr la purificación: la Humildad.

 

El primer pecado, el de Lucifer fue la soberbia. El antídoto contra la soberbia es la virtud de la Humildad. Primer requisito... primera caída necesaria. Pongamos en práctica en vida esta virtud, para que cuando nos llegue el momento estemos entrenados...

 

V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

 

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Nuestra Madre visita las Almas del Purgatorio. Ella cumple lo que promete. Su visita es como un refrescante refrigerio en medio de tanto sufrimiento.

 

Las madres siempre están con sus hijos. María estuvo con su hijo durante su Pasión, durante su Vía Crucis... María no abandona a sus hijos que aun recorren el camino del dolor.

 

Mensajera, medianera...

Salud de los enfermos...

Refugio de los pecadores...

Consoladora de los Afligidos...

¡Gracias Madre por tu Consuelo!

 

V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

 

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

 

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz... Todos nosotros podemos ser cirineos para las Almas del Purgatorio y ayudarles a cargar su cruz ofreciendo sacrificios y oraciones por ellas.

 

¿Cómo? Ofreciéndoles los regalos de los Reyes Magos: Oro, Incienso y Mirra.

 

Oro: Los méritos de Jesucristo, María y los Santos que a través de la Misa y las Indulgencias son como oro puro. El regalo más preciado: La Santa Eucaristía.

 

Incienso: Sube al Cielo el olor sagrado de la oración, que al quemarse lentamente sobre los carbones encendidos de la Caridad, despiden la exquisita fragancia.

 

Mirra: Asociada desde tiempos remotos con el sufrimiento. ¿Y qué representa la mirra para las Almas del Purgatorio? Un regalo muy preciado... nuestros sufrimientos, nuestras penas, nuestros trabajos, angustias dolores!... Ofrecidos con amor...por ellas.

 

Señor, pequé, ten misericordia de mí. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.


El detalle de amor que tuvo esta mujer con Jesús le valió el premio de poseer sus rasgos. Cada vez que obramos con caridad para las Almas del Purgatorio -que están viviendo su propio Vía Crucis-, el Señor por premio imprime sus rasgos en nuestra alma...para que poco a poco vayamos asemejándonos a El... pues en el Cielo solo entra el que se parece a Cristo.


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.


Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

 

Segunda "caída"... necesaria.

Nuevamente, de rodillas..., esta vez pidiendo perdón por haber faltado a la caridad con el prójimo!

 Son tantos los pecados contra la caridad... la falta de caridad! Cuanto más se van adentrando estas almas en su purificación, tanto más comprenden con mayor profundidad los alcances que tuvieron sus faltas de caridad...y eso, les produce un dolor inmenso.

Dolor necesario... dolor purificador... Y los pecados contra la caridad son de los que más necesitan purificación, puesto que ya estábamos advertidos por el mismo San Pablo varias veces...

"...si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe."

"...si no tengo caridad, nada soy."

"...si no tengo caridad, nada me aprovecha."

"Ahora vemos en un espejo, en enigma.

Entonces veremos cara a cara.

Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido."

"Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas, es la caridad." (1Cor: 13)

¿¿¿Qué más se puede agregar a esto???


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.


Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.


Las hijas de Jerusalén son como las almas buenas que lloran por los difuntos.

Y las Almas del Purgatorio las animan a no desperdiciar el tiempo en lamentos inútiles, en cambio las invitan a transformar su llanto en acciones positivas: en llanto de arrepentimiento por sus pecados y los de sus hijos; en oración y buenas acciones que purifiquen sus corazones de antemano para evitar tener que pasar por ese martirio.

 

¡Realizar el Purgatorio...en vida!


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.


Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

Con una claridad adquirida por la perfección, las almas pueden conocer en plenitud sus faltas de omisión.

Tercera "caída" necesaria. "...Todo lo que pude haber hecho y no hice...Tantas cosas que si yo hubiera hecho el mundo habría sido mejor para todos."

Esa miopía espiritual que acompañó a esa alma durante su vida terrena, ahora se convierte en una maravillosa perspectiva...en la que se mira "con lujo de detalles" lo que pudo haber sido y no fue, causándole un arrepentimiento profundo.

Pecados de omisión...aquí se encuentran la mayoría de las faltas cometidas.

 

Otra vez... ¡cae de rodillas!

Perdón, Señor, por todo el bien que dejé de hacer... perdón, Señor... por mi culpa muchas almas no se acercaron a Ti... por mi culpa, muchas almas no llegarán a salvarse.

V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

El Señor lo dejo todo, hasta lo poco que tenía...

Todo el "equipaje psicológico" que se vino..., está estorbando.

Muchos apegos, prejuicios, recuerdos dañinos...

Todo aquello que se debía haber resuelto en vida, se vino a resolver al Purgatorio. Son como ataduras, que no dejan el alma libre para elevar su vuelo al Paraíso. Nada de eso puede traer beneficio. Es lastre para el espíritu.

Pero hasta que el alma este plenamente convencida... puede dejarlo. Es un proceso, que puede empezar en vida, o si no, el día que dejemos este mundo nos iremos con los "vestidos " que en ese momento llevamos puestos.

¡Desnuda mi alma, Señor, de cualquier apego terreno para volar libremente a tu presencia cuando me llames!

V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.


Jesús dice: "Pueblo mío ¿Qué te hice o en qué te he ofendido? ¡Respóndeme! (Miq. 6,3).


Las Almas del Purgatorio dicen: ¡Dios mío! Porque te he ofendido... ¡Perdóname! Y abren sus brazos para fundirse en la cruz del sufrimiento... ¡voluntariamente!

El Señor amó la cruz. ¡Ama la Cruz!...porque sabe que es signo de Redención, aunque ello implique un terrible sufrimiento.

Y para las Almas del Purgatorio es signo de liberación, aunque ello implique un doloroso sufrimiento. Doloroso, para poder purificar su alma.

Pero, sin ese sufrimiento, sin esa cruz, no serían dignas de entrar en la presencia de Dios.

Nosotros podemos amar la cruz de cada día y comprender en su profundidad, que representa... ¡perfeccionamiento en vida!

Podemos cada día crucificar nuestro yo junto a Jesús, para lograr, por sus méritos -no los nuestros- morir al pecado.


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.


Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

Ellas, al igual que Jesús, tienen su agonía en el Gólgota! Y-pienso en voz alta- que el lugar de las crucifixiones no podía ser un jardín... ¡posiblemente era un basurero!

La comparación es muy exacta, las Almas del Purgatorio deben deshacerse de la basura -poca o mucha- que entró por los sentidos y formó una costra gruesa.

Eso conlleva a una "muerte lenta", porque a fuego lento se queman los residuos de soberbia y de impureza... ¡hasta no dejar nada!

Las cremaciones...se realizan a fuego lento.

No permitamos a nuestra soberbia, a nuestros instintos... ¡almacenar! en nuestras almas todo lo que desean, puesto que, se muere al pecado hasta que todos los actos, si, ¡todos! hayan quedado purificados.

...si tu ojo es motivo de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios, que con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga, pues todos han de ser purificados con fuego. (Mc 9,47)


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.


María viene al encuentro de las Almas que han muerto al pecado. Su purificación ha sido completa.

Su entrega: ¡total!, al igual que su amado Jesús.

Y esta madre Consoladora de los afligidos sostiene en sus brazos el alma adolorida, pero ¡gozosa!, cansada... ¡pero libre! para escoltarla por la puerta grande de los triunfadores.


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.


Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.


En las aguas del Bautismo fuimos sumergidos para entrar a la gracia. En las aguas medicinales de la purificación se sumergen las Almas del Purgatorio, antes de entrar en el Paraíso. Sepultura que da vida. Sepultura que no corrompe sino purifica. ¡Bendita sepultura!

Ayúdame, Señor, a sepultar en vida mis pecados, mis apegos desordenados y todo aquello que me aleje de Ti.


V. Señor, pequé, ten misericordia de mí.

R. Pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.

V. Te adoramos oh, Cristo, y te bendecimos.

R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador. R. Amén.

   Dios misericordioso, que nos perdonas y quieres la salvación de todos los hombres, imploramos tu clemencia para que, por la intercesión de María Santísima y de todos los santos, concedas a las almas de nuestros padres, hermanos, parientes, amigos y bienhechores, que han salido de este mundo, la gracia de llegar a la reunión de la eterna felicidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Para ganar las Indulgencias concedidas al rezo del Vía Crucis, roguemos por la persona e intenciones del Sumo Pontífice.

El Señor lo vivifique con su Aliento Divino, lo colme de sus dones, lo fortalezca, lo haga santo y feliz en la tierra y no permita que caiga en manos de sus enemigos.

Oremos:

Dios, que en tu providencia quisiste edificar tu Iglesia sobre la Roca de Pedro, Príncipe de los Apóstoles, mira con bondad a nuestro Papa Francisco, y Tú que lo has constituido sucesor de San Pedro, concédele la gracia de ser para tu pueblo principio y fundamento visible de la unidad de fe y de comunión. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra las perversidades y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su admirable Poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder y la fuerza que Dios te ha conferido, arroja al infierno a satanás y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.


(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)


Oh gloriosísimo San Miguel Arcángel, príncipe y caudillo de los ejércitos celestiales, custodio y defensor de las almas, guarda de la Iglesia, vencedor, terror y espanto de los rebeldes espíritus infernales.

 Humildemente te rogamos, te dignes librar de todo mal a los que a ti recurrimos con confianza; que tu favor nos ampare, tu fortaleza nos defienda y que, mediante tu incomparable protección adelantemos cada vez más en el servicio del Señor; que tu virtud nos esfuerce todos los días de nuestra vida, especialmente en el trance de la muerte, para que, defendidos por tu poder del infernal dragón y de todas sus asechanzas, cuando salgamos de este mundo seamos presentados por tí, libres de toda culpa, ante la Divina Majestad. Amén.

 Por la señal, de la santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén


Padre Eterno, yo te ofrezco la Preciosísima Sangre de tu divino Hijo Jesús, en unión con las misas celebradas hoy día a través del mundo, por todas las benditas Almas del Purgatorio y por la conversión de todos los pecadores del mundo.

Para desagraviar por los pecadores en la iglesia universal y por aquellos en propia casa y dentro de mi familia. Amén.

(El Señor dijo a Santa Gertrudis, la Grande, que esta oración libera 1,000 Almas del Purgatorio.)

Madre, llena de dolor, haz Tú que cuando expiremos. Nuestras almas entreguemos, por tus manos, al Señor.

Si por tu Sangre Preciosa, Señor, los habéis redimido. Que les perdones te pido, por tu Pasión dolorosa.


V. Dales, Señor el descanso eterno.

R. Y brille para ellas (las almas del purgatorio) la Luz Perpetua.

Que las almas de los fieles difuntos, por la gran Misericordia de Dios, descansen en paz. Así Sea.

Que el Señor les de Su Paz. Y la vida eterna.

 

EL HERMANO ESTANISLAO

(1903 - 1927)

A la edad de 18 años, un joven español ingresó al noviciado de los "HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS", en Bugedo.


En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el cumplimiento de los reglamentos; avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro. El mes de octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso se enfermó y fue obligado a descansar. Murió santamente el mes de marzo, 1927.

Según el maestro de novicios, este religioso era un alma escogida de Dios; y que recibía mensajes del Cielo. Los confesores del joven, así como los teólogos, reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes.


El joven se llamaba Hermano Estanislao. El director espiritual del Hermano Estanislao le había ordenado a escribir todas las promesas transmitidas por NUESTRO SEÑOR.


 Esto sería para el bien espiritual de los que fueran devotos al  VÍA CRUCIS. Las promesas son las siguientes:

1. Yo concederé todo cuanto se Me pidiere con fe, durante el Vía Crucis.

2. Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Vía Crucis.

3. Durante la vida, Yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.

4. Aunque tuvieran más pecados que las hojas de la hierba que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Vía Crucis.

(nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)

5. Los que acostumbran rezar del Vía Crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el Cielo.

6. Después de la muerte, si estos devotos llegasen al Purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.

7. Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Vía Crucis; y mi bendición les acompañará en todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.

8. A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en Mis Brazos.

9. Si la rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde Me complaceré en derramar Mi Gracia.

10. Fijaré la mirada de Mis Ojos sobre aquellas almas que rezan el Via Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.

11. Así como Yo fui clavado en la Cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que Me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.

12. Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de Mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.

13. En la hora de la muerte, Yo les consolaré con Mi presencia, e iremos juntos al Cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis.

14. Para estos devotos del Vía Crucis, Mi Alma será un escudo de protección que siempre les prestará el auxilio cuando recurran a Mí.


* Ofrecimiento:

Algunas intenciones por las que podemos ofrecer este Vía Crucis:

- Por las almas del purgatorio, en especial de nuestros familiares, amigos, vecinos, hermanos de la comunidad y nuestros seres queridos, cuyos restos descansan en el Columbario.

- Por la conversión de nosotros pecadores y para desagraviar los Corazones Inmaculados de Jesús y María.

– Por las intenciones de la Santísima Virgen María.

– Por las intenciones y necesidades del Papa Benedicto XVI, Emérito y del Papa Francisco

– Por la santificación de todos los Sacerdotes y por las vocaciones a la vida consagrada.

-  Por agonizantes de este día.

– Por todos los enfermos de cuerpo y espíritu.

– Por la paz y unidad de nuestras familias y el mundo entero.

– Por quienes hacen oración por nosotros y esperan oración de nosotros.




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