jueves, 23 de mayo de 2019

ORACIONES TRADICIONALES CATÓLICAS PARA LOS MORIBUNDOS



Oraciones tradicionales católicas
 Para los moribundos

En la hora postrera, cuando el cuerpo se desmorona y el espíritu pugna por salir de la materia, conviene tener algún conocimiento de las señales de muerte inminente, para que así puedan los que asisten al enfermo auxiliarle con oportunidad en tan apurado trance. Las principales señales son:

Cuando falta el pulso o está intermitente o intercadente; cuando tiene la respiración anhelosa; cundo sus ojos están hundidos y vidriosos, o más abiertos de lo acostumbrado; cuando se pone la nariz afilada y blanquecina en la extremidad; cuando la respiración se parece al soplo de un fuelle; cuando se pone el rostro pajizo, cárdeno y amoratado; cuando se baña la frente de un sudor frío; cuando el enfermo coge las hilachas y pelusillas de las sábanas; cuando se enfrían todas las extremidades, etc.

Las señales más próximas de que el enfermo va a expirar son: la respiración intermitente y lánguida; la falta de pulso; la contracción o rechinamiento de dientes; la destilación a la garganta; un débil suspiro o gemido; una lágrima que sale por sí misma y el torcer la boca, los ojos y todo el cuerpo. Cuando el enfermo se halle en alguna de estas últimas señales, entonces el que le asiste sugerirá con fervor y frecuencia, y dirigiendo la voz algo más recia a la frente, las jaculatorias siguientes:

En vuestras manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Jesús mío, os encomiendo esta mi alma, que redimisteis con vuestra preciosísima sangre.
Jesús mío, quiero morir profesando vuestra fe; creo cuanto habéis revelado.

Jesús mío, mi amor, yo os amo, me pesa de haberos ofendido.

¡Oh mi Dios, se acerca el momento de veros y poseeros para siempre!

¡Oh, quién siempre os hubiera amado, quién nunca os hubiera ofendido!

¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Rogad por mí ahora que me hallo en la hora de mi muerte.

Jesús mío, salvadme.

María, Madre mía, amparadme.

San José glorioso, asistidme.

Arcángel San Miguel, socorredme; libradme de los enemigos.

Ángel santo, custodio mío, acompañadme a la presencia de Dios.

Ángeles todos, venid a mi socorro, que me hallo en necesidad de vosotros.

Santos y Santas, auxiliadme y alcanzadme una buena muerte. Amén.

Mientras el que asiste, vaya sugiriendo al enfermo estas jaculatorias, los demás parientes y amigos se hincarán de rodillas delante de alguna imagen de María Santísima en el mismo aposento del enfermo o en otro, y rezarán el santo Rosario y las Letanías de Nuestra Señora. Así podrán ayudar mejor al enfermo que no estando alrededor de la cama llorando, gimiendo y aumentando la pena al pobre moribundo.


Oración
¡Oh Dios de bondad, Dios clemente, Dios que, según la multitud de tus misericordias, perdonas a los arrepentidos, y por la gracia de una entera remisión borras las huellas de nuestros crímenes pasados!

Dirige una mirada compasiva a tu siervo N.......; recibe la humilde confesión que te hace de sus culpas, y concédele el perdón de todos sus pecados. 

Padre de misericordia infinita, repara en él todo lo que corrompió la fragilidad humana y manchó la malicia del demonio; júntale para siempre con el cuerpo de la Iglesia, como miembro que fue redimido por Jesucristo. 

Ten, Señor, piedad de sus gemidos, compadécete de sus lágrimas, y puesto que no espera sino en tu misericordia, dígnate dispensarle la gracia de la perfecta reconciliación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.


Letanías de los agonizantes

Señor, ten piedad de él (o de ella).

Jesucristo, ten piedad de él (o de ella).

Señor, ten piedad de él (o de ella).

Santa María, ruega por él (o por ella).

San Abel, ruega por él (o por ella).

Coro de los justos, ruega por él (o por ella).

San Abraham, ruega por él (o por ella).

San Juan Bautista, ruega por él (o por ella).

San José, ruega por él (o por ella).

Santos Patriarcas y Profetas, rogad por él (o por ella).

San Pedro, ruega por él (o por ella).

San Pablo, ruega por él (o por ella).

San Andrés, ruega por él (o por ella).

San Juan, ruega por él (o por ella).

Santos Apóstoles y Evangelistas, rogad por él (o por ella).

Santos Discípulos del Señor, rogad por él (o por ella).

Santos Inocentes, rogad por él (o por ella).

San Esteban, ruega por él (o por ella).

San Lorenzo, ruega por él (o por ella).

Santos Mártires, rogad por él (o por ella).

San Silvestre, ruega por él (o por ella).

San Gregorio, ruega por él (o por ella).

San Agustín, ruega por él (o por ella).

Santos Pontífices y Confesores, rogad por él (o por ella).

San Benito, ruega por él (o por ella).

San Francisco, ruega por él (o por ella).

San Camilo, ruega por él (o por ella).

San Juan de Dios, ruega por él (o por ella).

Santos Monjes y Ermitaños, rogad por él (o por ella).

Santa María Magdalena, ruega por él (o por ella).

Santa Lucía, ruega por él (o por ella).

Santas Vírgenes y Viudas, rogad por él (o por ella).

Santos y Santas de Dios, rogad por él (o por ella).

Séle propicio, perdónale, Señor.

Séle propicio, líbrale, Señor.

Séle propicio, líbrale, Señor.

De tu cólera, líbrale, Señor.

Del peligro de la muerte, líbrale, Señor.

De la mala muerte, líbrale, Señor.

De las penas del infierno, líbrale, Señor.

De todo mal, líbrale, Señor.

Del poder del demonio, líbrale, Señor.

Por tu Natividad, líbrale, Señor.

Por tu Cruz y Pasión, líbrale, Señor.

Por tu muerte y sepultura, líbrale, Señor.

Por tu gloriosa Resurrección, líbrale, Señor.

Por tu admirable Ascensión, líbrale, Señor.

Por la gracia del Espíritu Consolador, líbrale, Señor.

En el día del juicio, líbrale, Señor.

Así te lo pedimos, aunque pecadores, óyenos, Señor.

Te rogamos que le perdones, óyenos, Señor.

Señor, ten piedad, óyenos, Señor.

Jesucristo, ten piedad, óyenos, Señor.

Señor, ten piedad, óyenos, Señor.


Recomendación del alma

Señor, Rogad por él (o por ella).

Señor, misericordia.

Jesucristo, misericordia.

Señor, misericordia.

Santa María, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Ángeles y Arcángeles, Rogad por él (o por ella).

San Abel, Rogad por él (o por ella).

Todos los coros de los justos, Rogad por él (o por ella).

San Abraham, Rogad por él (o por ella).

San Juan Bautista, Rogad por él (o por ella).

San José, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Patriarcas y Profetas, Rogad por él (o por ella).

San Pedro, Rogad por él (o por ella).

San Pablo, Rogad por él (o por ella).

San Andrés, Rogad por él (o por ella).

San Juan, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Apóstoles y Evangelistas, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Discípulos del Señor, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Inocentes, Rogad por él (o por ella).

San Esteban, Rogad por él (o por ella).

San Lorenzo, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Mártires, Rogad por él (o por ella).

San Silvestre, Rogad por él (o por ella).

San Agustín, Rogad por él (o por ella).

San Gregorio, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Pontífices y Confesores, Rogad por él (o por ella).

San Benito, Rogad por él (o por ella).

San Francisco, Rogad por él (o por ella).

San Camilo, Rogad por él (o por ella).

San Juan de Dios, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos Monjes y Ermitaños, Rogad por él (o por ella).

Santa María Magdalena, Rogad por él (o por ella).

Santa Lucía, Rogad por él (o por ella).

Todas las Santas Vírgenes y Viudas, Rogad por él (o por ella).

Todos los Santos y Santas de Dios, Rogad por él (o por ella).

Sedle propicio, perdonale Señor.

Sedle propicio, libradle (libradla) Señor.

De vuestra ira, libradle (libradla) Señor.

De los peligros de la muerte, libradle (libradla) Señor.

De la mala muerte, libradle (libradla) Señor.

De las penas del infierno, libradle (libradla) Señor.

De todo mal, libradle (libradla) Señor.

Del poder del demonio, libradle (libradla) Señor.

Por vuestra natividad, libradle (libradla) Señor.

Por vuestra Cruz y Pasión, libradle (libradla) Señor.

Por vuestra Muerte y Sepultura, libradle (libradla) Señor.

Por vuestra Gloriosa Resurrección, libradle (libradla) Señor.

Por vuestra admirable Ascensión, libradle (libradla) Señor.

Por la gracia del Espíritu Santo Consolador, libradle (libradla) Señor.

En el día del juicio, Nosotros pecadores Os rogamos, Señor, que le perdonéis.

Os rogamos Señor.

Señor, piedad.
Cristo, piedad.
Señor, piedad.

Ahora, el sacerdote despide de este mundo al moribundo, diciéndole con acento de confianza y de tristeza las siguientes oraciones:

Primera Oración:
Sal, alma cristiana de este mundo, en nombre de Dios Padre omnipotente que te creó; en nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por ti padeció; en nombre del Espíritu Santo, cuya gracia se derramó sobre ti ; en nombre de la Gloriosa Santa Virgen Madre de Dios, María; en nombre de San José, ínclito esposo de la misma Virgen; en nombre de los Ángeles y Arcángeles; en nombre de los Tronos y Dominaciones; en nombre de los principados y potestades; en nombre de las Virtudes, Querubines y Serafines; en nombre de los Patriarcas y Profetas; en nombre de los Santos Apóstoles y Evangelistas; en nombre de los Santos Mártires y Confesores; en nombre de los Santos Monjes y Ermitaños; en nombre de las Santas Vírgenes y todos los Santos y Santas de Dios, descansa hoy en paz y habita en la mansión celestial. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Segunda Oración:
Dios misericordioso, Dios clemente, Dios que por vuestra gran misericordia borráis los pecados delos penitentes y perdonáis las culpas de los delitos pasados, mirad con benignidad a este vuestros siervo (o sierva) N. y oíd sus súplicas, con las cuales, confesándoos de todo corazón, os pide, el perdón de todos sus pecados. Renovad en él (o ella), Padre piadosísimo, todo lo que esté corrompido por terrena fragilidad o todo lo que esté violado por engaño diabólico; y como miembro que es de vuestra redención, juntadlo con el cuerpo de vuestra Iglesia. 

Señor, tened piedad de sus gemidos, tened misericordia de sus lágrimas; y como no tiene más confianza que en vuestra misericordia, admitidlo en vuestra Santa reconciliación. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Ahora, como dirigiéndose al enfermo, le dice amorosa y confiadamente la siguiente oración:

Tercera Oración
Te recomiendo carísimo hermano (o hermana) a Dios omnipotente. Te entrego al mismo que te creó, para que después que hayas pagado con la muerte la deuda común de los hombres, vuelvas a tu Creador que te formó del barro de la tierra. 

Cuando tu alma se separe del cuerpo, sálganle al encuentro las esplendidas jerarquías de los Ángeles, venga a encontrarle el Senado de los Apóstoles, nuestros jueces; salga a recibirle el triunfante ejercito de los generosos Mártires, póngase alrededor de ti la florida multitud de los Confesores; recíbale el jubiloso coro de las vírgenes; y en el seno del feliz descanso te abrasen estrechamente los Patriarcas. 

San José dulcísimo, patrono de los moribundos te anime con gran esperanza. La Santa Madre de Dios, María, vuelva benigna a ti sus ojos. Benigno y placentero se te manifieste el rostro de Jesucristo. Que mande colocarte en el número de los que continuamente asisten en su presencia. 

Nada experimentes de cuanto horroriza en las tinieblas, de cuento rechina en las llamas, ni de cuanto aflige en los tormentos. Ríndase el ferocísimo Satanás con sus ministros a tu llegada al juicio, viéndote acompañado de los Ángeles, estremézcase y huya al horrible caos de la noche eterna.

Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos y huyan de su presencia los que le aborrecieron. Desvanézcase como el humo; como la cera se derrite al fuego, así perezcan los pecadores a la vista de Dios; y los justos se alegren como en un convite en la presencia del Señor. 

Sean pues, confundidas y avergonzadas todas las legiones infernales, y los ministros de Satanás no se atrevan a impedirte tu camino. Líbrete de los tormentos Jesucristo, que por ti fue crucificado. Líbrete de la muerte eterna Jesucristo, que se dignó a morir por ti. 

Llévete Jesucristo, hijo de Dios vivo, a los vergeles siempre amenos del paraíso; como verdadero pastor, reconózcate entre sus ovejas. Él te absuelva de todos tus pecados y te coloque a su diestra en la suerte de los escogidos. veas cara a cara a tu Redentor, y estando siempre en su presencia, mires con dichosos ojos la verdad manifiesta. Establecido (o establecida) entre el ejército de los Bienaventurados, goces de la dulzura de la contemplación divina, por los siglos de los siglos. Amén.

Cuarta Oración:
Recibid Señor a vuestro siervo (o sierva) en estado de poder esperar su salvación de vuestra misericordia.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro (o sierva) de todos los peligros del infierno, y de los lazos de las penas, y de todas las tribulaciones.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Henoc y a Elías de la muerte común del mundo.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Noé del diluvio.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Abraham y de la ciudad de Ur en la Caldea.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Job de sus tribulaciones.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Isaac de ser ofrecido como hostia por manos de su padre Abraham.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Lot de los sodomitas y del incendio de aquella ciudad.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Moisés de las manos de Faraón, rey de los egipcios.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Daniel del lago de los leones.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a los tres jóvenes del horno de fuego ardiente y de las manos de un rey inicuo.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a Susana de un falso testimonio.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a David de manos del rey Saúl y de las manos de Goliat.
Amén.

Librad Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) como librasteis a San Pedro y a San Pablo de las cárceles.
Amén.

Y así como librasteis a las Virgen y Mártir Santa Tecla de tres momentos muy atroces, así también, dignaos librar el alma de este vuestro sirvo (o sierva) y haced que goce con Vos de los bienes celestiales. Amén.

Quinta Oración:
Os recomendamos Señor el alma de vuestro siervo (o sierva) N. y os suplicamos Señor Jesucristo, Salvador Dios vivo y verdadero por ella, movido de vuestra misericordia, vinisteis al mundo, no le neguéis la entrada en el lugar de vuestros Patriarcas. Reconoced Señor esta obra vuestra, no hecha por dioses extraños, sino por Vos, que sois el solo Dios vivo y verdadero; porque no hay otro Dios fuera de Vos, ni que llegue a hacer obras como las vuestras.
Llenad Señor de alegría su alma en vuestra presencia y olvidad sus pasadas iniquidades y los excesos a los que le llevaron el furor y la fiebre de los malos deseos. Porque aunque haya pecado, nunca negó al Padre, ni al Hijo, ni al Espíritu Santo. Antes bien, creyó. Tuvo celo de la honra de Dios y adoró con fidelidad al solo Dios que hizo todas las cosas.

Sexta Oración
Os suplicamos Señor que olvidéis los delitos de su juventud y sus pecados de ignorancia; y que por vuestra gran misericordia, os acordéis de él (o de ella) en Vuestra clarísima gloria.

-Ábranse los cielos, alégrense con él (o con ella) los Ángeles. 

-Recibid Señor en vuestro reino a vuestro siervo (o sierva).

-Recíbale el Arcángel de Dios, San Miguel, que mereció el principado del celestial ejército. 

- Salganle al encuentro los Santos Ángeles de Dios para llevarlo (o llevarla) a la santa ciudad de la celestial Jerusalén.

- Recíbale (o recíbala) San Pedro Apóstol, a quien Dios entregó las llaves del reino celestial. 

- Asístale (o asístala) san Pablo Apóstol, que mereció ser vaso de elección.

- Interceda por él (o por ella) San Juan Apóstol, escogido de Dios, a quien le fueron revelados los celestiales secretos. 
- Rueguen por el (o por ella) los Santos Apóstoles, a los cuales dio el Señor el poder de atar y desatar.
- Pidan por él (o por ella), todos los Santos escogidos de Dios, los cuales padecieron tormentos en esta vida por el nombre de Jesucristo; para que, libre de los lazos del cuerpo, merezca llegar a la gloria del reino celestial.

*Por nuestro Señor Jesucristo, que siendo Dios vive y reina con el Padre y con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Séptima Oración:
Que la Santísima Virgen Madre de Dios, María, piadosísima Consoladora de los afligidos, encomiendo a su Hijo, el alma de este su siervo (o sierva) N. para que por su maternal intercesión, no tema los terrores de la muerte, sino que acompañada por ella, penetre alegre en la deseada mansión de la patria.
Amén.

Octava Oración
A vos acudo San José, Patrono de los moribundos, a Vos, en cuyo dichoso tránsito asistieron solícitos Jesús y María; por estas dos carísimas prendas, os encomiendo con empeño, el alma de este vuestra siervo N. (o sierva N.) que lucha en extrema agonía, para que por vuestra protección, sea libre de las asechanzas del diablo y de la muerte perpetua, y merezcamos ir a los gozos eternos.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Sí dura la agonía, se dicen otras oraciones que hay en el ritual, o se lee la pasión de nuestro Señor Jesucristo según San Juan o se reza el Santo Rosario entre los presentes, o se rezan al enfermo sin cansarle, algunas jaculatorias, y se le da a besar el Crucifijo algunas veces. Aquí el rezo Completo del Santo Rosario.

En los últimos momentos:
Procuren todos los presentes, de rodillas orar con fervor. Si puede, el moribundo ha de decir 3 veces: JESÚS, JESÚS, JESÚS.
Si no puede, dígalo de clara voz el sacerdote o alguno de los presentes y si parece prudente, diga lo que sigue al oído del enfermo:

En vuestras manos encomiendo mi espíritu.
Señor mío Jesucristo, recibid mi alma.
Santa María, Rogad por mí.
María, Madre de gracia, Madre de misericordia, defiéndeme del enemigo y recógeme en la hora de mi muerte.
San José, rogad por mí.
San José, con la bienaventurada Virgen, vuestra esposa, abridme el seno de la divina misericordia.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, duerma y descanse en paz el alma mía.

Jaculatorias que pueden ayudar a morir a los enfermos:
Jesús mío, misericordia.
Oh Sagrado Corazón de Jesús en vos confío
Oh dulce corazón de María sed la salvación mía
Oh glorioso San José asistidme.
Jesús mío hágase tu voluntad
Oh dulcísimo Jesús no seas mi juez sino mi salvador
Oh María Madre mía no me desamparéis.
Jesús mio os amo sobre todas las cosas.
María refugio de pecadores, rogad por mí.
Glorioso San José, alcanzadme una buena y santa muerte.
Corazón sacratísimo de Jesús, todo sea por vos.

Aceptación de la muerte
He indulgencia plenaria:

La aceptación de la muerte puede hacerse en cualquier momento y tiene concedida indulgencia plenaria para la última hora.
¡Oh Señor Dios mío, con toda mi voluntad y con resignación, acepto desde ahora cualquier género de muerte que vos dignéis enviarme, con todos los dolores, penas y congojas que la acompañen!

Cuando el enfermo ha expirado
Bajad Santos de Dios; salid al paso, Ángeles del Señor, para recoger su alma, para presentarla en la presencia del Altísimo.
recójale Cristo que te ha llamado, y te lleven al seno de Abraham los Ángeles, para recoger tu alma, para presentarla en presencia del Altísimo.
Dadle Señor, el descanso eterno, y luzca para él (o ella) la luz eterna, para presentarla en presencia del Altísimo.

Señor, piedad
Cristo, piedad
Señor, piedad

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Dadle Señor, el descanso eterno, y luzca para él (o ella) la luz eterna.
De la puerta del infierno, libra su alma Señor.
Descansa en paz.
Así sea.

Oración
Señor, os encomendamos el alma de vuestro siervo (o sierva) N. para que muerto al mundo, viva para Vos; y los pecados que por fragilidad de la vida humana cometió, limpiadlos Vos, como el perdón de vuestra Misericordiosísima piedad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

Descansa en paz.
Amén.

Difuntos:
Durante la agonía del moribundo, suelen muchos, si hay la posibilidad, de hacer celebrar las llamadas Misas de los agonizantes. En otras partes, los vecinos rezan el Santo Rosario completo.

Al vestir o amortajar a un difunto, le pondrás las manos cruzadas, y en ellas se colocara un Crucifijo o un Rosario, cosas ambas de las cuales muchos quieren hoy en día prescindir. Algunos dejan ya dispuesto, que se les amortaje con el hábito de alguna orden religiosa, como por ejemplo de San Francisco o del Carmen.

Cuando está el cuerpo del difunto en casa, suele reunirse la familia con los parientes, amigos, vecinos y suelen rezar el Santo Rosario. En algunos lugares van turnando el rezo de varias devociones, las que no cesan en la casa hasta que se da al difunto cristiana sepultura.

Al dar el pésame a los familiares del difunto, conviene sazonar las breves palabras que se digan con frases de espiritual consuelo y cristiana resignación.

Algunos lloran mucho y rezan poco, manifiestan el dolor por el difunto vistiendo de luto, pero no muestran el amor al difunto rezando por su alma. No están prohibidas las lágrimas, pero es más necesario orar.

No manden poner esquelas en diarios o periódicos que no sean realmente católicos. ¿Acaso piensas que sus lectores, quienes quizás no rezan, van a rezar por tu difunto?

En el aniversario del fallecimiento, se suele celebrar alguna Misa o funeral en sufragio de su alma. En algunos lugares, se dicen Misas durante siete, nueve o más días después del entierro.

Al enterarte de la muerte de una persona, puedes decir «Descanse en paz» y rezar un Padre Nuestro por su alma.

Cuanta vanidad hay en una cosa tan triste como lo es la muerte! Muchos se contentan sólo con exterioridades, con música y suntuosos entierros, con mucha asistencia a los mismos, pero en donde nadie ora. Vanidad de vanidades.

Rogar por los difuntos
Cuando muera una persona en tu familia, encomiéndala a Dios y procura que se aplique en sufragio suyo algunas Misas, y no dejes de hacerle los funerales según sea tu posición o posibilidad. No seas de aquello malos Cristianos que, echando lo más pronto sus difuntos fuera de casa, ya no se acuerdan más de ellos y no rezan por ellos como si se tratase de almas de condenados. ¡Ay pobres tales!

Sé devoto de las almas del Purgatorio, entre las cuales es muy probable haya una de tu propia familia. No te olvides de ellas pues son agradecidas y ayudan a las personas que por ellas ruegan a Dios.

Al pasar frente a un cementerio, piensa y medita en la vanidad del mundo y reza un Padre Nuestro en sufragio de las almas del Purgatorio.

Al visitar un cementerio el día de Todos los Santos u otro día del año, no has de contentarte con llevar solamente flores y coronas, velas y lazos, inscripciones y recuerdos, porque todo esto de nada aprovecha a las almas. Mejor es ofrecer Misas, rezar padre Nuestros y partes del Santo Rosario, ofrecer algunas penitencias y ganar algunas indulgencias, que a ellas pueden aplicarse. Esto es lo único que a ellas les aprovecha y que servirá al propio tiempo para tu bien espiritual.

Oraciones por los difuntos:
La Iglesia Católica ha evitado siempre, ya desde los primeros tiempos, y aún en las mismas persecuciones, todas las prácticas del paganismo, llenas de impiedad y de supersticiones, y conservó de ellas, solamente, todo cuanto tenían algún viso de piedad. Y sobre todo, la Iglesia ruega y ha rogado siempre por los difuntos, como lo demuestran las diversas inscripciones que se encuentran en las Catacumbas.
También ya desde un principio, además de rogar por el difunto el día de la muerte o del entierro, los fieles se reunían los días terceros, séptimo y trigésimo, a fin de renovar sus oraciones. Aún hoy, estos tres días tienen especiales privilegios en favor de las almas del purgatorio.

La iglesia no cesa de orar, por más tiempo que haya pasado de la muerte de una persona. ¿Por qué?

Por estas cuatro razones:
1.- El alma no muere con el cuerpo, es inmortal.
2.- Porque todos los hombres, al salir de este mundo, se presentan delante de Dios.
3.- Porque sabe que puede auxiliar a los difuntos con sus oraciones y sufragios.
4.- Porque sabe que algún día, todos han de resucitar.

Sufragios que pueden ayudar a las almas del purgatorio:

PRIMERAMENTE, celebrar o hacer celebrar y oír el santo sacrificio de la Misa, que no es necesario que sea de Réquiem para que sirva de sufragio a las almas. Procuren, pues, los reverendos sacerdotes celebrarla con toda devoción, suplicando al Señor que por este medio apague el fuego del purgatorio; los seglares procuren hacerlas celebrar, o a lo menos oírlas devotamente.

Refiérase en el tomo tercero de los Anales de Boverio que nuestro Señor reveló a un religioso capuchino las penas del purgatorio, y mirando afligido las que padecían aquellas benditas almas, vio entrar dos ángeles en aquel estanque de fuego: el uno llevaba un vaso preciosísimo lleno de la sangre de Cristo nuestro Señor, que se había ofrecido en el altar por aquéllas; el otro tenía un hisopo en la mano, con el cual iba tomando de aquella preciosísima sangre e iba rociando a las benditas almas que allí padecían; cuantas recibían alguna gota de aquel divino licor quedaban a punto limpias, puras y más resplandecientes que el sol; indicando con ello el Señor cuán eficaz sea el sacrificio de la Misa para librar de aquellas penas a las almas. Añádase a esto la sagrada Comunión y la recepción de los demás Sacramentos, pues que todos son fuentes perennes de gracia y de salud espiritual.

LO SEGUNDO, la oración, ora sea puramente mental, ora vocal ayudada de la mental: la primera porque además de ser impetratoria, que es propio de toda oración y quiere decir que es hábil y a propósito para alcanzar favores y gracias en beneficio del que la hace y de las personas por quienes se hace, participa también de la razón de obra satisfactoria por la mortificación de estar postrado, doblado y otras penalidades que entienden los que de veras quieren tener este género de mortificación. La segunda, que será más afectuosa cuando fuere más acompañada de la mental, esto es, la intención recta y atención devota a lo que se rece, consiste en rezar el Rosario a la Santísima Virgen, el Oficio de difuntos, los Salmos penitenciales y otra cualquier devoción, con tal que sea aprobada por la Santa Iglesia. El que no entiende los salmos rece el Rosario, porque entendiendo lo que reza, tendrá más devoción.

LO TERCERO, las obras penales, que son satisfactorias, esto es, que son proporcionadas para hacer penitencia y dar satisfacción por nuestras culpas a la Majestad divina. Tales son: el ayuno, limosna, disciplinarse, cilicio, besar la cruz, estarse con la cruz, y todo género de cristiana mortificación. Se advierte, que a los que no pueden ayunar sin ser notados les es muy fácil privarse de este o de aquel bocado regalado, privarse de visitas curiosas o de alguna otra lícita recreación de los sentidos, cosa que nadie o casi nadie advierte y ante Dios es de mucho valor.

LO CUARTO, tomar bulas de difuntos para ganar la indulgencia plenaria a ellos concedida. Son innumerables las que se ganan con la bula de la Cruzada: los cofrades del Rosario y los que profesan la tercera regla del Seráfico Padre San Francisco pueden ganar muchísimas, y todos, recorriendo las estaciones del Vía Crucis; también se ganan muchas indulgencias llevando el escapulario del Carmen, por el que son tan asistidas las almas en el sábado; también llevando el cordón de San Francisco o la correa de San Agustín y finalmente, por muchas otras devociones; porque los Sumos Pontífices han sido generosos en conceder indulgencias, porque saben que es el medio más fácil para remediar a los vivos y a los difuntos.

LO QUINTO, todas las buenas obras, los trabajos, enfermedades, las afrentas sufridas con paciencia, se pueden ofrecer a Dios junto con los méritos de la Pasión de Cristo y Dolores de la Santísima Virgen, en sufragio de aquellas almas que, pudiendo valernos mucho a nosotros, a sí mismas no pueden valerse. Y, por lo tanto agradecidísimas a nuestra misericordia, nos alcanzarán, entre otros favores, que el Señor nos guíe por el camino del cielo, en donde ellas y nosotros descansaremos para siempre. Amén.



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